Desde pequeño Andrés se ha conmovido por las desigualdades del mundo y el maltrato a la naturaleza. Es así una mezcla de dulzura, papá-amigo, amorosa pareja, buena gente y cara de filósofo. Desde la infancia fue atraído por temas espirituales y filosofía, al punto de que pensó volverse monje o cura. Pero ese no era su destino; decidió estudiar una carrera humanista y terminó siendo un psicólogo de profesión.

Antes de ser psicólogo, fue paciente y en una técnica de terapia —donde tuvo que sentarse a observar y detectar los pensamientos de su mente—, se preguntó ‘¿Y quién es el que observa mis pensamientos?’ y solo en Bolivia, donde asistió a uno de los retiros con Dada, pudo encontrar la respuesta a esa gran pregunta.

Como psicólogo se enfocó en investigación de mercados, medios, E-commerce y marketing, mejor dicho, era uno de aquellos estrategas ocultos que nos lavan el cerebro haciéndonos comprar cosas que no necesitamos, o que nos empujan a consumir comida chatarra que nos hace daño.

¿Era ese el triste y burdo destino que se merecía ese mismo chico que estaba buscando a Dios y que quería ser un monje?

Pero se dice que las vías del Señor son infinitas, y así, para Andrés ese período no fue nada más que la preparación para algo mucho más importante que vendría después: aplicar su encanto y conocimiento para analizar e investigar al mercadeo de PanaceAM, confiando plenamente en que, todos juntos, podemos hacer algo grande para cambiar el mundo.